Sosteniendo la esperanza. Es posible la esperanza mirando lo que ocurre en nuestros días desde la fe.
En feadulta.com le conocemos bien en su faceta periodística. Responde con inusitada rapidez a toda noticia impactante que se produce en el mundo y nos regala una certera interpretación que surge espontánea desde su sensibilidad de poeta y su fe viva. Sus escritos transpiran bonhomía y cautivan. Una cuidada selección de sus últimos trabajos se cobija bajo este libro.
Koldo Aldai (San Sebastián 1960) es autor de nueve libros de poesía, teatro y ensayo, co-creador del Foro Espiritual de Estella y promotor incansable en España e Iberoamérica, desde hace más de veinte años, de redes espirituales y movimientos diversos en pro de otro mundo posible.
Í N D I C E
Desde el bosque de las bellotas dulces...
ESPIRITUALIDAD
Cierto, quizás Dios no exista...
Prendida de infinito
Una crisis
Silencio cargado de futuro
También desnudos
Deus vult?
TIERRA SAGRADA
Brotes verdes
Bruma en el acantilado
Nostalgia de Pandora
"Ni un paso atrás..."
UNA SOLA HUMANIDAD
Pandemia solidaria
Reinventar Europa
Los últimos tiranos
Liderazgo planetario
Aquello que aprendimos en el 2009
Lecciones entre las ruinas
Proyectar la herencia
"Chanchitos" para todos
Suma de sueños
¿Toda, toda la verdad?
Aquello que aprendimos en el 2010
Allí nuestras gargantas
SOCIEDAD
"¡Otro trabajo es posible!"
Cargada de futuro
Deciden ellas
Química sin fronteras
De silencios y Misterio
Galácticos
¿Puños arriba?
Con las botas puestas...
El velo de Najwa
Son memoria, no huesos
Otros goles
Más cosos sin sangre
Aquellos relatos blancos
Sólo mensajeros...
Renacerá su sol
¿"Off" a una civilización?
Coraje y prodigio
Los lienzos de Idoia
¿Derrota o encuentro?
EN PRIMERA PERSONA
Desde Artaza
Fuegos
Muros de San Vicente
Entrevista de Javier León
Epílogo: Desde el balcón...
Desde el bosque de las bellotas dulces…
Nací junto al mar, pero vivo en el bosque, al borde del encinar de las bellotas dulces (arte-goxo). Aún corro cuando las olas me llaman, pero ya no he de acariciar todas las tardes la barandilla de la Kontxa. Enraizó el musgo por dentro, pero sonrío al viento cuando me trae gotas de agua salada.
Al callar las hojas, escucho el susurro de la cascada del Urederra. Me recuerda que todo pasa, que nuestro Nacedero interior puede comenzar a brotar agua pura en cada instante. Las encinas abrazan con sus ramas mi casa de madera. Al igual que ellas, intento también llover frutos dulces sobre la tierra. La Creación me ha dado mucho y es obligada la correspondencia.
Me siento junto a la ventana y difundo confianza una y otra vez renovada. Me pongo a la pantalla y trato de anunciar buena nueva, la noticia siempre ilusionada de que la Vida en la carne, en la materia es una maravillosa aventura y que es preciso apurarla creciendo, amando y sirviendo.
Desde la atalaya de “Artegoxo”, ensayo arrojar visión esperanzada sobre el mundo. Desde el encinar de las bellotas dulces mi humilde contribución al pulsar de la nueva Vida, de la nueva Tierra.
Reuní las letras desperdigadas de los años 2009,10 y 11. Ordené un poco el trabajo de todos estos últimos tiempos a la pantalla y Rafael Calvo hizo amablemente el resto.
Todo susurra en Artaza, a la vera del encinar de las bellotas dulces, aquí no hay desafío de páginas en blanco. Aquí la naturaleza invita cada día a seguir tecleando su poema sin par, a seguir recreando su belleza y pureza. Desde aquí, al borde de tanta maravilla, al borde de tan infinita y gloriosa calma, mis mejores deseos de una feliz lectura.
Koldo Aldai
[primer capítulo]
23 de Enero de 2009
Cierto, quizás Dios no exista…
Deben tener razón los ateos y sus autobuses. En realidad yo tampoco nunca le vi. Me brotaron lágrimas con aquel atardecer, me hipnotizaron aquellos ojos, me cautivó aquella ternura, pero a Él o Ella nunca le vi. Quizás me empeñé en falso.
De acuerdo, Dios no existe, ¿pero Quién se encarga entonces cada noche de encender el firmamento y sus estrellas innumerables o en cada día las sonrisas de los niños? ¿Quién mueve las gigantes olas de los océanos, la suave brisa de las orillas, las frágiles alas de los pájaros? ¿Quién carga en otoño la higuera, Quién alfombra el hayedo, Quién pone a pasear la fauna? ¿Quién ilumina mis mañanas, Quién colorea mis campos…? No deseo aburrir con interrogantes imposibles...
Quizás Dios no exista, pero me extasió la belleza, me envolvió el amor, me colmó el gozo…, y en alguna ventanilla quisiera rendir tributo. Todo tiene un alfa, una fuente y yo no he parado de disfrutar de inmensos dones. En gramática nos enseñaron a buscarle sujeto al verbo, la lógica nos invita a encontrar causa al efecto, la vida nos sugiere explorar el origen de tanta maravilla.
Quizás Dios no exista, pero el autobús que me trae de Madrid rueda entre un blanco infinito y yo quisiera que este viaje nunca se acabara. Obras de arte moderno rondan fortunas y este Pintor de miles de blancos, de colores aún no imaginados, este Alfarero de todas las arcillas, este Diseñador de Pentiums aún no descubiertos, este Artista Anónimo que cuelga y expone en todo el universo… es postergado al olvido.
Quizás Dios no exista y todo fue ficción y los ojos miopes que repasan estas líneas los inventó un óptico avispado y el cerebro que hila estas torpes ideas y reflexiones, un neurólogo fuera de serie.
Quizás Dios no exista, pero en algún altar, en algún digno rincón tendremos que colocar nuestras más bellas flores, nuestras más perfumadas velas. Hacia Algo, hacia Alguien habremos de dirigir nuestras más sentidas oraciones por tanta gloria que cada día nos alcanza.
Quizás Dios no exista, pero de dónde surge esta urgencia de íntima comunión con Algo que nos colma y desborda, con Algo que nos llena de paz y nos eleva.
Quizás Dios no exista, pero por qué estas rodillas se pliegan y estas manos se juntan en alabanza…
Quizás Dios no exista y es hora de divertirnos, tal como rezan los autobuses ateos de Londres, Barcelona y Madrid, pero es que yo cuando más me divierto es cuando acaba el divertimento del mundo y a solas, en privado me encuentro con Él/Ella, no me preguntes por su nombre.
Lo acepto, me rindo. No sabemos nada de Dios. En realidad yo tampoco me lo tropecé por ningún lado.
Quizás Dios no exista y tengan razón los ateos, pero, doy fe, sí hay una Voz que quiero que nunca calle, un Consuelo que deseo nunca me abandone cuando todo se desmorona…
Quizás tengan razón los ateos y Dios no exista. En realidad solo existe aquello a lo que le damos fuerza con nuestro pensamiento. Tanta dicha y tanta grandeza que nos rodean, pueden ser cúmulo de infinitas causalidades. Pero entonces siquiera pongámosle mayúsculas y flores a la Casualidad, rindamos ante ella nuestro fatal orgullo, abracémosla en desbordadas gracias.
Rodemos autobuses que niegan su existencia. Pongámosle otro nombre, mejor aún no le pongamos ningún nombre, pero manifestemos sentido agradecimiento en todo instante, en todo lugar por el milagro de la Vida, por su Origen, por los que somos tan infinitamente bendecidos...
No importa que nos veamos como hijos de Dios, o hijos de la nada, solo importa que en ese intenso disfrute al que nos invitan los famosos autobuses esté el otro y la otra, esté presente la humanidad y todo cuanto late…
Podemos incluso corrernos la gran juerga a la que nos invitan los ateos, pero lo importante es que en ese despertar de turbante resaca sintamos que estamos en el mundo para servir al mundo; lo importante es que en esa mañana de aguda jaqueca sintamos que podemos hacer algo por la vida fascinante, su armonía y su continuidad, por más que el puesto de Creador quede vacante en nuestras mentes.
Imaginemos por un momento que existe. Poco le importará a Dios lo que pintemos en los autobuses, poco le importará lo que de Él/Ella pensemos; lo único que anhelará es que nos olvidemos un poco de nosotros mismos y sumemos nuestras manos, nuestra mente… a las suyas y así seguir creando y recreando sin límite para su infinita gloria, para la gloria de todos y de todas. No hay ateos y creyentes, hay quienes sirven a la vida, hay quienes la apagan.