16 Viento de Galilea
Dolores Aleixandre
Narraciones a la sombra del Evangelio. Jesús, bajo el prisma de quienes le conocieron y caminaron junto a él.
Colección feadulta.com, nº 16. Diciembre 2012.
206 páginas, 21 x 15 cm, rústica.
Dolores Aleixandre
Narraciones a la sombra del Evangelio. Jesús, bajo el prisma de quienes le conocieron y caminaron junto a él.
Colección feadulta.com, nº 16. Diciembre 2012.
206 páginas, 21 x 15 cm, rústica.
Dolores Aleixandre se hace eco en este libro de la sorpresa, el desconcierto, la atracción o el asombro de los hombres y mujeres que conocieron a Jesús y caminaron junto a él. Más de dos mil años después, los que tenemos la suerte de conocerle, seguimos haciendo lo mismo: mirarle, escucharle, hablar de él, contarnos unos a otros la huella que su Evangelio va dejando en nuestras vidas. ‘Viento de Galilea’, unido a la inabarcable corriente de rumores que desencadenó la presencia de Jesús en nuestra historia, es como un film documental que recoge las vivencias íntimas de los que fueron sus testigos. Dolores es religiosa del Sagrado Corazón, jubilada feliz después de muchos años de docencia de Sagrada Escritura en la Universidad de Comillas, adicta a la Biblia y a contársela a otros para que aquel rumor que comenzó en Galilea, siga alcanzando hoy nuestros oídos y nuestro corazón. Í N D I C E INTRODUCCIÓN 1. TIEMPO DE INICIOS Una voz en el desierto La primera llamada La atracción de la dicha Encuentro en Nazaret En torno al cordero pascual 2. TIEMPO DE REINO Una absoluta novedad Propuestas desconcertantes La seguridad que le habitaba Ayunos o banquetes Los ojos iluminados del corazón ¿Cómo va a ser Dios así? Buenas noticias para los pobres El poder de los últimos Aprendices de orantes El secreto de la paz El valor de los gorriones El yugo de la libertad Un convite de príncipes 3. TIEMPO DE SIGNOS El siervo del centurión Una mujer nueva Alguien abrió mis oídos Cuando el luto se vuelve danza Liberados del miedo Un festín en el desierto Expuestos a la Palabra 4. TIEMPO DE NOMBRES Tomás. A la mesa de la Sabiduría Zaqueo. Un hombre transformado. Lázaro, preferido de Abraham Una mujer defendida El viajero retrasado Movidos por la compasión Una mujer que escuchaba La pecadora que enseñó al fariseo 5. TIEMPO DE AMAR SIN LÍMITES La suerte compartida Con la toalla ceñida Polémicas y conflictos Una tumba junto a un huerto Un rumor imparable 6. TIEMPO DE MEMORIA Un descampado en Belén Nazaret: allí empezó todo Cuando Jesús tocaba Un puñadito de levadura Las tentaciones de un zelota Servir y dar la vida El rastro de su alegría A la espera del Reino Ricos, pobres, dineros y codicias Luz en lo alto del monte Pedro ¡detrás de mí! Los deseos de Jesús Palabras de vida eterna Volver a Galilea Un caminante a nuestro lado La mujer que guardaba todo en el corazón Alguna vez me han preguntado por qué escribo narraciones y tengo tres respuestas: la más rápida y un poco brusca es “porque me gusta”. La segunda, porque entre todos los lenguajes posibles (discursivo, filosófico, poético, científico…), el narrativo el que con más frecuencia aparece en la Biblia y por algo será. La tercera es porque el propio Jesús lo utilizaba de manera preferente: basta recordar la escena en que se pasó un buen rato moviéndose en el lenguaje legislativo de aquel escriba con sus disquisiciones en torno al prójimo. No consiguió nada porque su interlocutor se las sabía todas, así que decidió salir del terreno especulativo y arrastrarle al de las narraciones que es donde él mejor se movía: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó…” empezó a contarle. Acababa de inventarse al personaje del samaritano que iba a tener tan larga vida y tanta densidad de presencia. También me preguntan a veces cómo hago yo para inventar historias y, después de pensarlo, creo que es más o menos así: cuando leo una escena del Evangelio, me sitúo en una esquina (escondida entre las ramas de un árbol como Zaqueo o sentada debajo como Natanael) para mirar y escuchar a sus personajes, entrar en el paisaje, respirar su aire, su olor y sus sabores, tocar sus presencias. A veces son los hombres y mujeres que aparecen en escena los que me hacen un guiño y me invitan a adentrarme en su interior y a fundirme con lo que podría ser su sentir y su pensar. En otras ocasiones y casi siempre sin previo aviso, se presenta un personaje nuevo “a estrenar” y permite a mi imaginación ponerle un nombre, inventar su pasado, contactar con sus sentimientos, darle la palabra, tejer sus relaciones. Luego “le dejo suelto” y es como si ya actuara por sí mismo y se atreviera a sorprenderme con reacciones y decisiones que yo misma no habría esperado. La mayoría de ellos descansaban tranquilos en libros míos ya publicados y, aunque me he resistido durante mucho tiempo a sacarlos de allí, la insistencia de Rafael Calvo ha acabado por convencerme y por fin me he decidido a reunirlos, como si un torbellino de los que se desencadenan en el lago los arrastrara hasta juntarlos en este libro. Los he dejado acomodarse a su antojo: unos se han situado en el Tiempo de inicios, con el orgullo de haber sido los primeros en entrar en contacto con Jesús. Otros han ido haciendo su elección: el Tiempo de Reino, en el que fueron descubriendo lo que significaba aquel extraño dicho del Maestro; o en el Tiempo de signos, como testigos asombrados de aquella fuerza que emanaba de él. Unos cuantos han querido singularizarse sin perderse en el anonimato y han encontrado su sitio en Tiempo de nombres; otros han preferido detenerse en aquel amor hasta el extremo de Jesús en su Tiempo de amar sin límites. Algunos, finalmente, han elegido el Tiempo de memoria y se han sentado a recordar aquellas conversaciones comunitarias, mientras nacían los evangelios y el Señor Resucitado se les hacía presente en su Palabra y en la fracción del Pan. Todos ellos están ahora esperando entrar en relación con los lectores que se les acerquen. Están impacientes por contar cosas de Jesús a los que andan buscándole y por conseguir que los alcance el rumor del Nombre que, como un perfume derramado, llega hasta nosotros en una ráfaga de viento de Galilea.
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